Los barqueros que cubren el pequeño trayecto desde la orilla derecha del Nilo hasta el islote de Agilkia, donde se encuentra reconstruido el maravilloso templo de Isis, que anteriormente se encontraba en la isla de Filae, se niegan en rotundo a transportar turistas en sus pequeñas embarcaciones las noches del largo y cálido verano de Egipto. Aseguran, que el espíritu de una mujer joven y bella deambula por el impresionante templo. Sentados en el suelo de madera del pequeño muelle, cuentan, mientras miran de reojo el templo iluminado por la luna, que la han visto pasear por los patios y entre los pilonos, vestida con una túnica blanca, algunos afirman haberla visto sentada en el precioso pabellón mandado construir por Trajano, en la época en que Egipto ya había perdido todo su enorme poder y solo era una provincia más del imperio romano. Los más osados en sus comentarios dicen haberla visto llorar, sentada en un muro con las manos entrelazadas y su corta melena movida por la suave brisa, que en las tórridas noches de Egipto, alivia aunque sea solo un poco, el cuerpo y tal vez el alma. Los menos juran que la han visto en la orilla del río e incluso afirman que la han oído gritar algo que parece un nombre de varón que ellos no pueden entender.
En fin, todo el mundo sabe que Egipto es un maravilloso país, cuna de una de las más grandes civilizaciones que ha dado la historia, pero que también es un país lleno de supercherías, supersticiones y leyendas. ¿O tal vez no?
Porque puede, que esto que te he contado sea simplemente una leyenda de barqueros de río, pero lo que si es verdaderamente cierto, es que hace unos años, un avión salió de Barcelona con destino a Luxor con 177 pasajeros, y pasados quince días volvió de regreso con 176, faltaba una joven y bella mujer de la que nunca se volvió a saber nada.
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